Estaba en Junín parado junto al Astor cuando pasó Raúl Restrepo un pintor de barba larga y una obra de poderosa persistencia. Le conté del proyecto y me dijo que conocía a un fotógrafo que trabajaba en la zona por la época del Fotocine. Pocos días después me hizo llegar el teléfono de don Octavio.
Lo llamé y acordamos una cita en el Astor.
Nos contó que realmente él nunca ejerció de fotocinero, pero conoció a muchos que si lo fueron y sabía la historia de varios laboratorios.
Don Octavio se dedicó a la foto galería. En particular su momento de mayor prosperidad se produjo con el negocio de las cédulas. Todo el día desfilaba la gente pidiendo las fotos en formato documento para la cédula, el certificado del Das o el Pase. Además, solía ocurrir que el cliente se llevaba una ampliación o se prestaba para un estudio completo.
-Yo me especialicé en el retoque de negativos. Desde que empecé como a los 15 años eso fue lo que más me gustó. Retocábamos con carboncillo y óleo.
Hoy reniega del digital, aunque confiesa no conocerlo mucho. También se queja de cómo cualquier “embolador” o “mujer embarazada” se dicen fotógrafos y corretean a los clientes en los atrios de las iglesias los días de bautizos y primeras comuniones: “ellos fueron los que perratiaron el negocio”.